GARGUREVICH, LA VEJEZ SIN NOSTALGIA

GARGUREVICH, LA VEJEZ SIN

NOSTALGIA

ANDINA/ Vidal Tarqui

Los insultos y la nostalgia los ha guardado en un cajón, pero dos situaciones asoman por la rendija resistiéndose al olvido. Cuántas veces sentado en su oficina habrá recordado el comentario de Facebook que reza: “No olviden que Gargurevich es una lacra del periodismo nacional”, insulto que nunca olvida y que enmarca como  legado del enfrentamiento entre periodistas en la época de Velásquez. Cuántas veces caminando por la rotonda de “Z” en la PUCP habrá escuchado cuchicheos sobre la eterna leyenda del alumno que le pateo “los huevos” en la especialidad de periodismo; cuántas veces habrá negado escucharlas.
Han pasado 83 años desde que abrió los ojos en Mollendo y Gargurevich mantiene el optimismo, jamás escucharás de sus labios, la frase que repiten los “cochos”: “todo tiempo pasado fue mejor”, “eso es para viejitos nostálgicos”, dice. Para él, el mejor tiempo es ahora, este instante. Periodista de infantería y por vocación, lleva al mejor oficio del mundo en las venas, pero vio la luz en el colegio, cuando escribía en la revista Mundo Agustiniano. En 1954 empezó a trabajar en el diario La Crónica y no se alejó del periodismo más que para escribir, nunca se ha considerado un periodista bohemio, de esos que salen a los bares en cuanto haya dinero, pero se jaranea de las anécdotas suscitadas en el círculo “los días sábados, los días de quincena, ya desde las siete de la noche circulaban las botellas y a golpe de 10 de la noche, 11 de la noche, se cerraba el periódico y de allí al burdel”; quizá por eso, Gargurevich es uno de los pocos periodistas que puede afirmar que se puede vivir cómodamente con el sueldo de periodista.
“Siempre he sido un izquierdoso de verdad”, afirma. Nunca ha estado relacionado con la política, más que para la revolución de los medios de Velásquez, pues creía en la posibilidad de construir un periodismo distinto, uno que no estuviera ligado a los intereses económicos. Ahora, es consciente que los medios siempre han estado ligados al poder, aunque se quiera negar, razón por la cual en su momento se levantó en contra de la reforma que había apoyado y ayudó a quebrar la hegemonía del gobierno sobre los periódicos.
El optimismo de Gargurevich, siempre ha estado presente, se empeña en defender a capa y espada que los periodistas de ahora son mucho mejores, pues tienen mejores condiciones, estudian, se preparan y, además, están mejor pagados. Destaca que hay jóvenes que escriben como los dioses y que han sabido levantar el nombre del periodismo narrativo, no hay mejores periodistas ni antes ni ahora, solo existen contextos distintos, repite. Gargurevich afirma que, para aprender a escribir, primero hay que aprender a leer, para él todo es posible, todo se aprende y todo se enseña, menos las reglas de ortografía, quien tiene mala ortografía, se muere así.
La nostalgia es para viejos melancólicos y ése no es su caso, aún en situaciones adversas como el periodismo en la época de Fujimori, deberían ver su rostro cuando habla de esa época, muchos pueden lanzar críticas a diestra y siniestra, pero Gargurevich rescata la labor de sus colegas, afirma que, aunque haya predominado la prensa chicha y la chabacanería, esa fue la época en la que más se investigó y en el que la valentía se abanderó en el podio periodístico y fue gracias a esa época que ahora sabemos diferenciar entre el buen periodismo y el periodismo basura.
De contextura gruesa, mejillas infladas y voz ensimismada, suele narrar que hubo un pasado en el que fue atlético y participó de numerosos incendios, cuando fue bombero, un oficio que según dice se parece al periodismo, porque si algo se necesita para ser parte de ambos, es una vocación inquebrantable; ya que ganarías más vendiendo empanadas, pero nunca serías más feliz.
A pesar de haber escrito más de diez libros, nunca deja de lado a Prensa, Radio y Tv: Historia Crítica, de lejos, su libro favorito. Un libro que trata a los medios desde el punto de vista político y destaca además dos cosas importantes que suele enseñar a sus alumnos; el primero, el periodismo es un oficio antiguo, es el oficio de recoger, procesar y vender información, así ha sido y así será;  el segundo, las funciones del periodismo siempre han sido las mismas, informar, educar y entretener, aunque ahora se centre más en el último.
Gargurevich no es sólo un veterano más del periodismo, es un gurú que no se amilana ante la tecnología, “tengo mi blog (…) y estoy en todo lo que hay que estar”, así que, si lo ves algún día, no dudes en pedirle el WhatsApp, quizá pueda contarte alguna historia, de esas que ocurrieron en La Crónica, esas que dice no saber, pero recuerda más que nadie. 


Por: Fiorela Quispe

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